domingo, 30 de abril de 2017

Acerca de las relaciones "románticas"


Aprovechando ciertas experiencias recientes, creo que es un buen momento, como realmente lo es cualquier otro en este contexto social, para plantearse cómo funcionan las relaciones afectivas, y cómo nuestra cultura y también nuestros miedos influyen en cómo las construimos.

Si tienes una relación sana, este post no te afecta a ti. Has encontrado a un amigo/amiga íntimo/a con quien, además, tienes relaciones sexuales. Enhorabuena. Espero que nos aconsejes, e igualmente nos acompañes, por estos cuatro apuntes sobre una de tantas convenciones culturales.

Primero: aunque por conveniencia se asocia el concepto de "amor" con la "atracción" y el “enamoramiento”, igual son cosas distintas.

Cuando hablamos de amor "en general”, solemos referirnos a un sentimiento de afecto y deseo de bienestar de la otra persona. Por otra parte, la atracción física es una expectativa de placer hedonista, mientras que el enamoramiento, o “pillarse” de alguien, aunque solía pensar que era una expectativa sostenida de placer y bienestar enfocada en otra persona, me da que tiene una explicación distinta.

Basándome en introspección (cuando me he “pillado” de alguien) y en un montón de casos cercanos y también lejanos, creo que suele aparecer cuando percibes que otro individuo puede reducir tu ansiedad, partiendo de una falta de "equilibrio vital" ya existente que determina la intensidad de la emoción. Ya sea real, ya sea por presión social y por la creencia de que se debe estar en una relación de pareja. Muchas relaciones empiezan así. Me gustaría creer, ya digo, que se empieza por la conexión emocional, pero esto es raro.

Esta capacidad para "rebajar tu ansiedad", "salvarte" o "completarte" la detectas, por ejemplo, cuando percibes cierta seguridad en la otra persona que te resulta atractiva, es decir, una capacidad “protectora”, o cuando esta muestra interés y “admiración” por su parte, haciéndote sentir valorado/a. Un rol y el otro son intercambiables, pero creo que todos sabemos hacia qué lado se decanta cada sexo. Este estereotipo podría deberse, especulando un poco, a diferencias hormonales (también dependientes de los hábitos físicos de cada individuo) o a una categorización social denigrante y de erosión de la autoestima para la mujer (vamos, el machismo).

Pero resumiendo, estas dos cosas no tienen en principio nada que ver con afecto y deseo de bienestar, si no que este surge, si lo hace, como un añadido, y muchas veces desaparece por completo cuando no se cumplen las expectativas egoístas. Por eso creo que deberíamos separarlo, ni que sea para que el concepto de “amor”, tan denigrado como el de “amistad” en la era de Facebook, tenga un poco de sentido de nuevo.

"Una de esas definiciones tiene futuro, señor Anderson.
La otra no lo tiene".

De lo que aquí estamos hablando es de que ahora mismo, y está ocurriendo cerca de tu casa, la gente está decidiendo con quién quiere pasar la mayor parte de su tiempo en base a un criterio físico y conductual que no tiene NADA que ver con el bienestar mutuo. Si este bienestar ocurre, no es porque se haya seleccionado bien a la otra persona. Siempre será una “feliz casualidad” que será lo que sustente la relación, si lo hace, una vez pasado el juego de deseo, protección y admiración inicial.

Si lo analizamos según los criterios que debe tener un test psicológico, el que usan muchas personas en busca de pareja no tiene ni fiabilidad, ni validez, ni carácter métrico. Bueno… quizá lo último sí.

Segundo punto. Ya estamos dentro de nuestra feliz pareja formada en base al atractivo y la inseguridad. Hemos entrado en el territorio de la monogamia. Esto es: solo existe UNA pareja, solo puedes querer o sentirte atraído/a por UNA persona, por lo tanto, si tu pareja se interesa por otra persona, PUEDES PERDERLA. SOLO PUEDE QUEDAR UNO. Esta mentalidad origina los celos. Entra en juego, de nuevo, la ansiedad. Así que, si eres una persona ansiosa (recordemos, condición que propicia el enamoramiento) y además no confías en tu pareja (recordemos: no se ha elegido a la pareja en base a ítems de honestidad y empatía), puedes llegar a controlarle los mensajes, con quién va, cómo viste, etc. Si esa persona tiene interés, o decide acostarse con otra, SE ACABÓ TODO. Drama. Posible reconciliación, pero la cosa necesitará mucho trabajo y recuperar (o crear por primera vez) la confianza.

Todo el mundo entiende que puedes tener múltiples amistades, con mayor o menor profundidad, y que cada una de ellas no influye, a priori, en la otra. Esto, según la creencia monógama, ES IMPENSABLE. No, no. "Solo se quiere a una persona si la quieres de verdad" (me remito a la necesidad de reducir la ansiedad bajo la protección de una relación estable).

Y por todo esto, aparecen todas las disfuncionalidades de la pareja, alcanzando su extremo en la violencia, llámese doméstica o de género. Ésta normalmente está asociada al machismo. ¿Pero estamos seguros de que es el verdadero origen de las explosiones de violencia? ¿O lo es el juego enfermizo en el que las expectativas de la pareja colocan a individuos ya de por sí temperamentales? Por lo pronto, la violencia también se da en relaciones entre mujeres. Sin querer en ningún caso restar importancia a la lucha contra el machismo, creo que hay que plantearse esto también desde este punto de vista.

Tercer punto. Cómo afecta esto a las relaciones entre sexos. Las relaciones de pareja o las expectativas sexuales afectan a las relaciones genéricas entre hombres y mujeres. Crean una barrera y unos prejuicios absurdos. Los hombres son “el enemigo”, que solo van a hacerte caso si resultas atractiva y sumisa, y van a intentar dominarte. Las mujeres son “unas zorras”, que solo van a valorarte si le echas horas en el gimnasio y te comportas con dominancia y desinterés (en ocasiones real, y esto es lo más peligroso) hacia ellas. Pero, sobre todo, debes mostrarte atractivo/a o serás despreciado/a.

Hay una esquizofrenia inherente en el hecho de que vivamos en una sociedad donde se han liberado las relaciones entre hombres y mujeres de la estructuración clásica de pareja, es decir, donde existen las relaciones de amistad entre sexos, y la propia existencia de la pareja. Por ello a veces es tan absurdamente difícil establecer un equilibrio. Dentro de una amistad “sin derecho a roce” (y hace falta la etiqueta, porque parece ser que el sexo es la variable más importante en cualquier tipo de relación), se permite cualquier conducta menos la sexual. Si a mi amiga no le gustan las películas de Eddie Murphy, y no las quiere ver, no pasa nada. No creo que vaya a pensar que siempre ha habido un plan maestro para obligarla a ver la filmografía de Eddie Murphy, propósito escondido en todos los altruistas detalles, anulando la autenticidad de la amistad desde su mismo origen. Si por lo que sea, se sugiere la apetencia de relaciones sexuales, en ciertos casos pueden llegar a desatarse las siete plagas del apocalipsis. Está estipulado, por mandato divino, que las amistades, para serlo, deben ser “puras” (pero entonces, ¿el sexo es algo malvado?).

La cuestión es: ¿No sería mejor poner la presencia de sexo o no a la altura de la apetencia o no de ver la santa trilogía de Superdetective en Hollywood? Es decir, ¿no sería mejor partir de relaciones desinteresadas, carentes de miedo y dependencia pero igualmente capaces de ser profundas, y que el sexo sea un ingrediente que esté, o no?

No estoy proponiendo, para nada, la normatividad de la poligamia o quedarnos en el puro sexo instrumental y esporádico. Propongo, en todo caso, la extinción de la “gamia” en sí misma. Dentro de esa “extinción cultural”, las actualmente llamadas “parejas” sanas no se ven afectadas, y, obviamente, nadie se ve obligado nunca a tener más de un “amigo” si con una amistad profunda le basta. Sería el fin de la búsqueda de relaciones tal cual se conoce (quizá librándonos de bastante telebasura por el camino) y de las expectativas y la obligatoriedad de la norma, abriendo el modelo al diálogo, como de hecho ya empieza a ocurrir. Pero, para ello, deberíamos atacar el cuarto punto.

Cuarto: ¿cómo reducimos la búsqueda superficial y la ansiedad?

La guerra social nos obliga a decantarnos por la pareja como lugar de “refugio” donde aumentar la autoestima y la inseguridad en un entorno depredador. Haría falta, en primer lugar, cambiar las relaciones interpersonales a nivel global. Un entorno hostil, competitivo y basado en la imagen, como fomenta el modelo capitalista y los medios de comunicación en base a él, no ayuda en absoluto.

De alguna manera, hay un cierto paralelismo entre el capitalismo neoliberal, con toda la inseguridad, competición y necesidad de protegerse a toda costa y por uno mismo, con las relaciones monógamas. A veces creo que son el mismo juego: el depredador llega más alto, y se generan relaciones de dependencia entorno a él. Esto vuelve sobre el tema de la ansiedad: el miedo y la desconfianza a nivel social, fomentada cultural y sistémicamente, perpetua el desequilibrio individual y colectivo.

Por el momento, la reflexión es un primer paso.

Con todo esto, creo haber dado argumentos para que nos replanteemos qué estamos haciendo con nuestros corazoncitos. Estoy seguro de haberme equivocado en algo, o de haber generalizado alguna observación. Y he hablado poco de relaciones homosexuales por puro desconocimiento. Pero creo que, en general, la situación se está volviendo tan insostenible que hay que empezar a perder el miedo y reflexionar fuera de las estructuras de una cultura que es, en este y en muchos otros ámbitos, absurda y obsoleta.

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